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Se pierde o se gana cuando el empleado esta conectado a Internet?

Se pierde o se gana cuando el empleado esta conectado a Internet? Sitios de Internet como Facebook, MySpace, Bebo, Second Life o YouTube representan, para muchas personas, la mejor forma de entretenerse, ver a sus amigos y relacionarse con el mundo. Pero lo que para unos es felicidad, para otros se ha convertido en un problema. Cada día más empresas les prohíben a sus empleados acceder a este tipo de lugares, ante el temor de que bajen su productividad o de que pongan en riesgo la seguridad de la organización. Pero en un mundo globalizado en donde Internet es rey ¿qué tan buena idea es prohibirles a las personas que utilicen estas páginas, ¿resulta efectivo o simplemente es nadar contra la corriente?

Cristina McAllister, una joven periodista, está inconsolable desde cuando hace mes y medio en su oficina tomaron la decisión de bloquear el Facebook. “Mi vida social se ha reducido, antes sabía qué iba a pasar todos los días, pero ahora me he perdido de muchas cosas importantes por no estar conectada”, dice. Asegura que al principio se la pasaba en línea y que eso pudo haber bajado su productividad, pero que nunca dejó de cumplir sus obligaciones. Hoy, ya no le dan las mismas ganas de ir al trabajo porque “el Facebook me motivaba”.

Si bien es cierto que estos sitios pueden ayudar a los trabajadores a relajarse y desconectarse de la realidad por un momento, algunos consultores opinan que su uso indiscriminado desconcentra a las personas. Clara Reyes de Mejía, consultora organizacional, afirma que “la gente pierde entre dos y tres horas de trabajo productivo en esos sitios. Estoy de acuerdo en que se puedan usar, pero reguladamente, porque el autocontrol no funciona en este tema”.

Por eso, muchas organizaciones han establecido horarios de navegación controlados para su personal, que puede hacer uso de estos sitios a la hora del almuerzo o en algún descanso. Otras, simplemente acuden a la represión y aplican la premisa de que “acá se viene es a trabajar”. Jorge Parra es jefe de seguridad informática de una reconocida empresa de finanzas del país. Allí, los empleados no tienen acceso a ninguna página de ocio. Entre ellas, por supuesto, están incluidas todas las redes sociales, chats y mensajería instantánea. Tampoco pueden entrar a las que tienen contenido deportivo, pornográfico, sectario o religioso, porque para la empresa es tan pérdida de tiempo leer la Biblia como ver mujeres desnudas.

“Las personas reducen su efectividad por estar haciendo cosas que no tienen nada que ver con su trabajo. Alguien productivo puede volverse improductivo porque estas páginas y herramientas pueden ser muy adictivas, eso está comprobado”, dice Parra.

Él es una especie de policía informático y sabe exactamente cuáles son las direcciones a las que entran los empleados de la empresa. Cada mes, pasa un informe en el que muestra dónde y por cuánto tiempo navega una persona a determinado sitio o usa herramientas como el Messenger.

Los departamentos de sistemas saben todo lo que hace una persona en la red. Y tienen la capacidad de bloquear los sitios que deseen a través de programas llamados Firewall. Estos se actualizan a diario ante la avalancha de nuevos sitios o de páginas que permiten acceder a redes sociales clandestinamente. Por su trabajo, Parra es una especie de ogro para sus compañeros, pero él se defiende. “Cuando se le quita el acceso a la gente, se crea malestar, pero tienen que acostumbrarse. La recomendación que nos dan las consultoras de seguridad informática es que la gente se sienta intimidada. Que sepa que está haciendo algo prohibido cuando entra a estos sitios”. Eso sí, no se ruboriza al confesar que él sí se la pasa todo el día en Facebook.

¿Medidas anacrónicas?

Cada vez va a ser más difícil controlar la situación porque las nuevas generaciones son más dependientes de la llamada web 2.0, que reúne todas las comunidades de Internet. Un reciente estudio de Hitwise, una empresa que mide las tendencias en la red, reveló que las páginas como Facebook y MySpace son las más consultadas entre los jóvenes, por encima de los buscadores, las páginas de correo electrónico o los blogs. Lo más sorprendente de todo es que en la franja comprendida entre jóvenes de 18 a 24 años, las redes sociales desplazaron, por primera vez, la pornografía.

Recientemente, Terjo Ojanperas, el director científico de Nokia, predijo que las futuras generaciones van a dejar de lado los servicios de mensajería tradicionales para reemplazarlos por aplicaciones como el Facebook. Según el ejecutivo, los correos electrónicos pasarán a ser la forma de comunicarse de “la generación anterior”. Por eso, para muchos, negar el acceso a estas nuevas herramientas es una decisión miope cuando es posible sacar provecho de ellas. En Second Life, por ejemplo, hay profesores que dictan clases y empresarios que dan conferencias.

Hoy día las estructuras de trabajo han cambiado y los horarios rígidos están pasando de moda. La gente maneja su tiempo de manera diferente y es posible entrar a estos sitios desde un teléfono celular tan eficazmente como se hace desde un computador personal, por lo cual para las empresas cada vez va a ser más difícil controlar el acceso. “Están tratando el asunto como si estuviéramos en la época de la máquina de escribir. Creo que es una reacción anacrónica”, asegura Chris Schreuders, experto en coaching para compañías.

Schreuders cree que en muchas oficinas hay una política de “calentar sillas” y recurren a la prohibición por temor a que sus trabajadores se distraigan. Para él, está claro que estas aplicaciones distraen, pero la clave no está en controlar los empleados al máximo, sino en tener claro cuáles son los resultados que se quiere obtener de ellos. “Cumplir las metas es más importante que tener a una persona sentada de 8 de la mañana a 5 de la tarde. Para qué controlar ese tipo de cosas que lo que propicia es el descontento y la desconfianza de los trabajadores”, dice.

No es sólo una cuestión de productividad. En muchas organizaciones que manejan datos confidenciales prima la seguridad por sobre todas las cosas y por eso optan por cortar los canales por los que se pueda escapar fácilmente información privilegiada, o por los que se pueda filtrar un hacker. Otra preocupación es la de administrar el ancho de banda, ya que si todos los empleados se dedicaran a bajar videos o fotos, el servicio de Internet de las empresas se haría muy lento.

Pero la idea no es satanizar estos lugares, sino aprender a usarlos, porque, como le dijo a SEMANA Susan Barnes, profesora de comunicación del Instituto Rochester de Tecnología de Nueva York, “Si todo el mundo está usando redes sociales como una forma de comunicación, entonces esto no es una simple pérdida de tiempo”.

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